miércoles, 22 de febrero de 2012

Podemos alcanzar nuestra propia perfección

La persona más perfecta no es aquella que es imperfecta: aquella que rechaza lo malo y presume de lo bueno, aquella que no admite fallos y fomenta los aciertos, que nunca entristece y ríe siempre.
La persona más perfecta es aquella con defectos, pero que sabe cómo resplandecer sus virtudes. Aquella que tiene fallos, pero los corrige. Aquella que sabe reír después de llorar, y levantarse después de caerse.


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